El juego de las siete diferencias

Viviendo el pasado desde el presente

Por Federico Vimberg

Recuerdo claramente los domingos en la casa de mis abuelos, yo tenía unos 7 u 8 años y esperaba con ansias la llegada del diario a la mesa del desayuno. En esos momentos no buscaba las noticias de actualidad política o la situación económica nacional sino que mi atención se enfocaba en la sección para chicos, donde aparecían diversos juegos de observación como la sopa de letras, armar las palabras con sílabas, formar la figura uniendo puntos y un sin fin de otros divertimentos. Pero erigido por sobre todos ellos, ocupando un lugar primordial se ubicaba el clásico juego “encuentre las siete diferencias”. De seguro los más memoriosos o melancólicos lo recordarán, se trataba de un recuadro dividido al medio y que en ambos subrecuadros se presentaban imágenes aparentemente iguales salvo por las ya mencionadas siete diferencias que uno debía buscar y encontrar.

Por estas épocas el pasado y el presente se entrelazan y nos invitan a jugar un nuevo juego de las siete diferencias, pero esta vez más violento, más crudo, más real; en esta oportunidad el presente se asoma al espejo y se reconoce en un pasado similar, siendo ya las pocas diferencias meros datos fútiles ante las terribles similitudes que dejan impávido a cualquier observador.
El cuadro entero ya está frente a nosotros exclamando atención, pidiendo a gritos que lo escudriñemos, que analicemos sus detalles ante un imponente parecido.

Ahora solo nos toca ver uno de los subrecuadros, ver el otro y empezar a comparar.

En el primero de ellos se encuentra el aún persistente golpe de Estado en Honduras, del 28 de junio de este año, y pegadito a él, contiguo, casi como una sombra unida a su cuerpo, el fallido golpe de Estado en Venezuela el 11 de abril de 2002.

Para empezar por el principio deberíamos recordar que ambos golpes de Estado comienzan con el secuestro de los democráticos presidentes de los ya nombrados países, ambos a punta de rifle de la mano de sectores militares. Tenemos también el corte de la señal del estado y a los demás medios de comunicación manipulando los diversos sucesos. Por ahora la diferencia más clara entre tantas similitudes es que son países diferentes, pero como los subrecuadros también lo son, no cuenta. Pero no nos distraigamos y sigamos observando, ya con el presidente secuestrado y los medios acallados vemos unos empresarios usurpando el poder con desfachatez y, por supuesto, de manera antidemocrática, respaldado por un sospechoso y minoritario grupo de personas autonombrados “sociedad civil”. Esta “sociedad civil” en ambos casos se conformaba por los partidos políticos tradicionales, la iglesia católica, los grupos económicos concentrados que -por lo general- dominan los medios de comunicación, con el claro objetivo de crear una distinción clasista que los separe de los sectores populares, identificándolos como “turbas” que apoyan los procesos democráticos de transformación. Si la forma en que estos grupos se autodenominaron cuenta como diferencia, entonces hemos encontrado una.

Espero que al llegar a este punto no tengamos la vista cansada todavía, porque nos queda mucha imagen por analizar. Enfoquémonos ahora en la figura de los embajadores estadounidenses, ya no nos resultará raro encontrar similitudes que unen a estos dos funcionarios como si fueran uno solo, como si estuviesen calcados de un molde, casi, casi como extremidades de un mismo cuerpo. Pero antes de meternos de lleno con estas personas, veamos otro parecido interesante. En ambos casos, tanto en Honduras como en Venezuela meses antes de los golpes de Estado, se suscita un cambio de embajadores en cada país; y también en ambos casos se troca por embajadores con experiencia militar o presencia en antiguos golpes de Estado. En el caso de Venezuela el inocente embajador suplente fue Charles Shapiro, un amable señor que también ejercía de embajador cuando el golpe de Estado en Chile durante la presidencia de Salvador Allende, ¿curioso no?. Por su parte en Honduras el nuevo embajador fue Hugo Llorenz, quien se graduara en la Universidad Nacional de Guerra de Estados Unidos y fuera también, antiguo asesor del Presidente yanqui en lo que respecta a la Seguridad Nacional sobre Venezuela durante el golpe de estado contra el Presidente Chávez.
Ya naufragando entre imágenes, resulta raro que luego de tantas nefastas similitudes, la diferencia que encontramos, a saber, el tiempo de duración entre el intento de golpe de Estado sostenido en Venezuela y el que se sostiene todavía en Honduras, nos gustaría verlo como parecido para que de una vez, se recobre la democracia en el país hermano de Honduras.
En el juego de las siete diferencias yo ya miré y descubrí muy pocas... vos, ¿jugás?



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Piratas del Caribe


Por Rodrigo Barba

Como si se tratara de un film ya visto, quienes derrocaron a Zelaya en Honduras usaron el mismo guión que quienes quisieron derrocar a Chávez en Venezuela en el 2002. Pochoclos teñidos de sangre para ver otra vez la misma película.

En los últimos años, Hollywood se encontró con uno de los inconvenientes más grandes de su historia. Los guionistas de las series y películas hacían huelga. De esta manera, la gran máquina de producir ficción de Norteamérica se quedaba sin fuentes ideas. Por lo tanto, el mundo del cine empezó a repetirse.

Por su parte, la gran máquina de producir políticas para los países periféricos, Estados Unidos, pareciera estar atravesando la misma crisis. Y la usina de ideas políticas parece estancarse con la huela de guionistas, que no hacen más que repetir crueles y antidemocráticas recetas, confirmando que siempre la realidad superará a la ficción.

De esa manera, Estados Unidos produce durante el 2009 en Honduras, una remake del Golpe en Venezuela producido siete años antes. Aunque lo hace utilizando el mismo libreto.

La película comienza en un país con un mandatario populista…
Interiores. Residencia del presidente. Madrugada.
Un grupo de militares, que dicen defender la constitución de su país, secuestran al presidente, mientras este duerme.
Exterior. Espacio aéreo violado Costa Rica. Día.
El grupo de militares depositan al mandatario en suelo costarricense, comunicándole que tiene la entrada prohibida al país que lo eligió legítimamente como presidente.
Interior. Medios de comunicación del Estado. Días enteros…
Los militares golpistas cierran los canales de televisión y las radios estatales. De esta manera, quienes toman el poder se aseguran la hegemonía de un discurso que favorece a su versión de los hechos.
Exterior. Calles céntricas. Día, tarde y noche…
El pueblo se manifiesta en rechazo al nuevo gobierno que toma la conducción del país por asalto. Sin embargo, las cámaras de los medios de comunicación más importantes no lo muestran. Las radios más escuchadas, no lo emiten. La revolución, no se transmite.
Interior. Medios de comunicación. Noche.
Los medios difunden una falsa renuncia por parte del presidente legítimamente electo. El nuevo senado golpista acepta la renuncia trucha. Esto sí es mostrado. Esto sí es transmitido. En la película, los medios pasan a ser cómplices de los supuestos “restauradores de las garantías constitucionales”.
Exterior. Calles céntricas y periférica. Día, tarde y noche…
La gente no cree en la renuncia. Sale a las calles a marchar y la resistencia es cada vez mayor. Todos marchan reclamando el retorno del presidente electo.
Interior. Medios de comunicación. Todo el día.
Los medios eligen pasar dibujitos, mientras afuera los militares reprimen a los manifestantes, salpicando con sangre a las lentes de la cámaras que registran todo para nunca mostrarlo.


Los protagonistas son los mismos: un presidente electo, los militares, el embajador norteamericano, la OEA, la sociedad civil, la Iglesia, y los medios de comunicación. La víctima una sola: la democracia.

El pueblo hondureño, como lo fue el venezolano, es protagonista de una historia que los medios no reflejan. El cerco mediático propicia la censura de información disidente contra aquellos interesados en que el golpe prospere y los piratas se lleven el botín más preciado: la libertad.

No hay peor película que la que es previsible, que la que se repite. La ya vista. Daña. Daña la capacidad de sorpresa, de imaginación. Achata. Reduce los márgenes de fantasías, de creación y, por ende, de pensamiento. Eso pasa con estas películas que se filman en Centroamérica y el Caribe.

En la primera parte, rodada en 2002, la película finalizaba con el pueblo resistiendo y derrotando al golpe de estado. Esperemos que el final, de esta segunda parte rodada en Honduras, sea igual. Que sea un final propio de una remake, como todo su argumento.

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